Si nos paramos a pensar que es una enfermedad relacionada con el dolor, cabe preguntarse: ¿qué es el dolor? Cada persona tiene su propia sensibilidad y umbral de tolerancia al dolor. Tiene un componente físico, pero también es una experiencia subjetiva que también implica las emociones que genera ese dolor (enfado, miedo, tristeza, culpa) y creencias respecto al dolor (si lo podemos manejar, qué se puede hacer para aliviarlo, cuánto durará, si es soportable o no, etc).
Las emociones y creencias pueden hacer que el dolor se perpetúe, una vez la señal física de dolor se ha desactivado: por ejemplo, creencias como “este dolor no va a parar, siempre igual, no puedo hacer nada para calmarlo” o respuestas de ansiedad , ira o miedo lo mantendrán por más tiempo y con mayor intensidad. Por tanto, el psicólogo puede ayudar a modificar las emociones y creencias que perpetúan el dolor.
De este modo, el tratamiento psicológico está orientado fundamentalmente al manejo del dolor, mediante técnicas como el biofeedack, la relajación, la hipnosis y la redistribución de la actividad cotidiana. Una persona con fibromialgia suele concentrar toda su actividad en los momentos donde no siente dolor, mientras que cuando siente dolor se queda aislada.
Esta estrategia para adaptarse al dolor no es muy útil porque precisamente una alta actividad puede precipitar una crisis; por lo que se enseña a las personas a equilibrar su actividad. Por otro lado, la hipnosis y relajación se emplean para generar analgesia que disminuya la intensidad del dolor, hacer más tolerable la sensación de dolor y ganar control sobre él y sobre la fibromialgia.
Además, el psicólogo pude intervenir sobre los síntomas secundarios de la fibriomialgia: ansiedad, depresión, sentimientos de incertidumbre y falta de control, problemas de sueño, disminución de la actividad, y aislamiento; que empeoran la enfermedad en un círculo vicioso. Por ejemplo, el estrés cotidiano derivado de conflictos con personas importantes puede traducirse en tensión física que rápidamente generará dolor en una persona con fibromialgia.
Por ello, el aprendizaje de un adecuado manejo del estrés favorece la reducción del dolor. Además, también la inactividad física como estrategia para el manejo del dolor dificulta que la persona pueda realizar actividades placenteras, y por tanto impide sentimientos de bienestar, placer y disfrute. En ese sentido, el tratamiento psicológico tiene el objetivo de generar una rutina de actividades placenteras donde la persona pueda equilibrar sus sensaciones positivas y negativas, favoreciendo la adaptación a la vida cotidiana y disminuyendo la incapacidad.
También una regularidad en el sueño favorece el estado de ánimo. Por último, es importante intervenir sobre los sentimientos de falta de control que tiene una persona con fibromialgia, por la sensación de que la enfermedad es sobre-venida, y no hay nada que pueda hacer. En realidad, las estrategias para el manejo del dolor mejoran la sensación de control sobre el problema y el estado del ánimo, frente a la inactividad, aislamiento y focalización en el dolor que lo empeoran.
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