Cómo son las personalidades malvadas
Cuando pensamos en personas malvadas, existe una tendencia a pensar en los villanos de las películas, en personas de apariencia extravagante, que a simple vista den miedo o en psicópatas como Norman Bates. Pero la realidad, una vez más supera a la ficción y va mucho más allá. Existen personas malvadas que no tienen por qué vivir aisladas, que pueden tener cargos importantes laboralmente, familia, y todo esto coexistir con su mente perversa.
No existen unas características innatas definidas para diferenciar a las personas malvadas. Aún hoy se sigue investigando si existe el gen de la maldad y hay numerosas investigaciones acerca de si existe o no la maldad intrínseca en el ser humano.
¿Cómo se convierte una persona en malvada?
Cuando nacemos, tenemos una serie de cualidades innatas que pueden desarrollarse o no y pueden dirigirse hacia lo que conocemos como maldad o bondad. Esto no es algo que uno pueda decidir cuando nace.
Está comprobado que el ambiente en el que crecemos, las vivencias que tenemos (si son más o menos traumáticas) los vínculos afectivos que establecemos, el apego, influyen en el desarrollo de nuestra personalidad.
La plasticidad cerebral, hace que vayamos conformando nuestra personalidad y con ella nuestras creencias y conductas, en función del ambiente externo y de su influencia en nosotros.
Cuando somos pequeños no podemos elegir la vida, la familia o el ambiente en el que crecemos y en el cual nos desarrollamos, pero esta capacidad de elección sí se encuentra en la edad adulta, donde cada uno podemos hacer autocrítica y observar nuestros comportamientos, pudiendo elegir si queremos hacer el bien o el mal.
¿Cómo son? ¿Qué piensan las personas malvadas?
Principalmente piensan en ellos mismos y en sus necesidades por encima de las de los demás, es un egoísmo que va más allá del autocuidado, porque no respeta a los demás. No pueden “ver” al otro, ni las consecuencias que pueden tener sus acciones o palabras en los demás.
- Manipulación: Son capaces de invertir cualquier situación o comentario que los demás hagan, para obtener su beneficio propio e incluso disfrazarlo de preocupación por los demás o de altruismo, porque así consiguen que el otro se sienta o culpable o en la necesidad de responder ante la demanda, sea cual sea. Son rígidas mentalmente y lo válido es lo que piensan o lo que creen y ese será su objetivo, por lo que pondrán en marcha todas las estrategias posibles, para que la otra persona finalmente acceda.
- Empatía: Carecen de ella, aquí entraríamos en un debate de si existe ausencia total o no (sólo el 1% de la población tiene ausencia total de empatía). Tienen una enorme dificultad para poderse poner en el lugar del otro, porque sus pensamientos no se corresponden con sus actos. Ellos interpretan lo que el otro puede pensar o sentir, pero no se ponen en su lugar, lo que dificulta mucho que puedan sentir remordimientos ante las consecuencias negativas que puedan desencadenar.
- Impulsividad: En ocasiones, cuando no les importa mostrar como son o cuando la máscara que han construido socialmente se cae, muestran la necesidad de inmediatez por obtener lo que quieren, por saber lo que ocurre para actuar en su beneficio, etc. Esto pueden hacerlo desde una ausencia de control, pudiendo llegar a mostrar agresividad o desde una falsa preocupación por la situación, intentando ensalzar a los demás, haciendo creer que lo que quieren es ayudar.
- Interés: No son personas altruistas, en esta sociedad en la que prima el éxito personal más que el bien común, se mueven como pez en el agua. Desplegarán todos sus encantos para ascender en el ámbito personal y profesional, mostrando una personalidad camaleónica, según las circunstancias lo requieran.
- Narcisismo: Está relacionado con la creencia de necesitar atención y alabanza constante de los demás, ya que, en cierta manera, se sienten superiores y por lo tanto también imprescindibles para los demás que están menos cualificados que ellos o son menos hábiles socialmente.
- Venganza: No olvidan si algo o alguien les ha hecho sentir mal. Son personas rencorosas que esperarán su oportunidad para poder dañar, ya sea irónica o directamente a la persona, dejándola en ridículo o de una forma más visible, porque creen que el otro se merece un castigo, que es como aprenderá y ellos lo saben. Si alguien les hace algo que no les gusta, harán todo lo posible para que pague por ello, sin sentir remordimiento por el daño que pueda infringir a esa persona, creen que la otra persona lo merece.
La realidad es que, si no se detiene, la maldad seguirá creciendo, la persona seguirá elaborando creencias que no se corresponden en muchas ocasiones con la realidad, seguirá dañándose sin darse cuenta a sí misma con sentimientos, pensamientos y emociones negativas, será tóxica para sí misma y para los que la rodean.
Por eso, como comentábamos al principio, cuando uno es adulto puede elegir y decidir. Cambiar es crecer y nunca es tarde para evolucionar, para sentirnos mejor con nosotros mismos y con las personas que nos rodean, para ser honestos con nosotros mismos y ver si somos felices con lo que hacemos y decimos o si queremos cambiarlo, porque querer es poder.