La pérdida total o parcial de los sentidos es algo que afecta a gran parte de la población. Durante la vejez la mayoría de las personas presentan la disminución o pérdida de alguno de los sentidos. Según un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2018), el 20% de las personas con problemas de visión y el 82% de los invidentes tienen más de 50 años. Un patrón que se repite con el resto de los sentidos.
Los sentidos son de vital importancia porque mediante ellos nos relacionamos con el mundo. La pérdida de alguno de ellos puede suponer un gran impacto tanto para la persona que lo sufre como para su círculo más cercano.
Por todo ello, te explicamos qué es la pérdida de los sentidos, cuáles son sus causas, qué impacto puede tener en la vida y qué se puede hacer para paliar este impacto.
¿Qué es la pérdida de los sentidos y cuáles son sus causas?
Podemos considerar la pérdida de uno o varios sentidos como el deterioro total o parcial del gusto, la vista, el tacto, el oído o el olfato, lo que supone una reducción en la capacidad para poder percibir el entorno a través del sentido deteriorado. Por ejemplo, una persona que pierde el sentido del gusto habrá perdido la capacidad de sentir los sabores. Esta pérdida, como ya se ha mencionado, puede ser total o parcial.
Por ejemplo, en el caso de la audición, puede darse una pérdida total conocida como sordera o puede producirse una pérdida parcial llamada hipoacusia. En el primer caso la persona no percibirá sonidos y en el segundo tendrá la capacidad disminuida.
A continuación, te detallamos de manera global cuáles son las causas más comunes de la pérdida de los sentidos:
- Visión. Cambios propios de la edad (presbicia), cataratas, glaucoma, accidentes y traumatismos.
- Audición. Vejez (presbiacusia), fármacos (por ejemplo, algunos antibióticos), estar expuesto a ruidos fuertes, algunas enfermedades (infecciones del oído o meningitis) y accidentes.
- Olfato y gusto. Vejez, enfermedades (infecciones víricas, alergias, resfriados, etc.), uso de algunos medicamentos y accidentes.
- Tacto. Vejez, enfermedades (diabetes) y accidentes.
¿Qué implicaciones cerebrales y emocionales tiene la pérdida de los sentidos?
Los sentidos son muy importantes porque nos conectan con el entorno que nos rodea. Duncan Boak una persona que perdió el olfato por una caída, manifestó lo siguiente:es muy difícil de explicar, pero perder el sentido del olfato te deja sintiendo como un espectador de tu propia vida, como si la estuvieras viendo a través de un cristal” y añadió “te hace sentir que no estás completamente inmerso en el mundo que te rodea y te quita mucho del color de la vida. Es aislado y solitario.
Por lo tanto, la pérdida de alguno de ellos puede suponer un gran impacto en la vida diaria. Cuando esto ocurre hay que aprender a percibir la información por medio de otros sentidos. Si bien es cierto que el cerebro es capaz, gracias a su plasticidad, de adaptarse y suplir un sentido perdido por otro, también es cierto que esta capacidad dependerá de la edad en la que se produzca la pérdida.
- Jóvenes. En las personas jóvenes el cerebro tiene más plasticidad cerebral, es decir, el cerebro tiene más capacidad para adaptarse a la nueva condición. Si el cerebro percibe que existe un déficit visual lo intentará compensar desarrollando otros sentidos como, por ejemplo, el tacto. Para ello creará nuevas conexiones nerviosas táctiles para compensar de alguna manera el déficit visual.
- Adultos. En este caso la plasticidad cerebral ya no es tan grande como en la juventud. Por ello, aunque el cerebro se intentará adaptar, tendremos que ayudarle. Se tendrán que buscar claves y estrategias físicas para poder suplir el déficit sensorial.
Se produzca a la edad que se produzca, siempre tiene un gran impacto a nivel emocional. Al fin y al cabo, la manera de percibir el mundo tal y como la entendíamos hasta ahora ha cambiado por completo. A continuación, te mostramos las consecuencias emocionales y sociales más comunes:
Miedos
La nueva condición hace que las personas sientan miedo e incertidumbre. Se tienen que adaptar a un nuevo modo de vida y tienen que aprender nuevas estrategias para gestionar e interactuar con el entorno sin el sentido perdido. En el caso de las personas sordas, por ejemplo, tendrán que aprender el lenguaje de signos para poder seguir comunicándose y esto puede ser un reto muy grande sobre todo para las personas adultas. En consecuencia, pueden aparecer miedos que muchas veces pueden ser irracionales.
Estrés
Pensar en cómo será la vida a partir de ahora puede generar estrés que se puede traducir en un trastorno de ansiedad futuro.
Ira
La persona puede sentir ira o mostrase enfadado por la nueva situación e intentar buscar causas y culpables de su estado. En el caso de que la pérdida del sentido se haya producido por un accidente la persona podría mostrar enfado y resentimiento con el responsable del accidente, aunque la responsable sea ella misma.
Baja autoestima
Todo lo anterior junto con los problemas de adaptación pueden generar baja autoestima. Estas personas pueden dejar de valorarse y volverse pasivas, incluso podrían llegar a darse por vencidas.
Aislamiento social
Las personas con pérdidas de visión o audición a menudo se aíslan quedándose en casa porque piensan que no pueden hacer actividades físicas o porque piensan que su anterior círculo de amigos no aceptará su nueva condición. Además, en muchas ocasiones sentirán que el entorno les discrimina.
Todo ello puede derivar en:
- Depresión. En un estudio realizado en Noruega se concluyó que las personas sordas tenían altos niveles de miedo, desesperanza y tristeza (Kvam, Loeb y Tambs, 2006). Además, otras investigaciones establecen que las personas con problemas de visión son más susceptibles de presentar síntomas depresivos.
- Ansiedad. Se pueden generar trastornos de ansiedad. Por ejemplo, en el caso de la pérdida de olfato, las personas sienten frecuentemente ansiedad social por miedo constante a resultar malolientes.
Las conclusiones que muestran Casas, Linares, Lemos y Alveiro (2009) mediante una revisión de la literatura son dignas de mención:
- Las personas con deficiencia auditiva presentan más síntomas emocionales y comportamentales que las personas oyentes.
- Cuanto antes se pierda la audición, menor será el impacto emocional.
- Las dificultades emocionales y de comportamiento en niños con deficiencia auditiva parecen ser mayores que en niños oyentes.
- Debido a la dificultad de comunicación, las personas con problemas de audición presentan más problemas sociales.
Por lo tanto, se podría decir que la pérdida de los sentidos tiene graves consecuencias para la persona. Además, las personas cercanas como familiares o amigos también pueden padecer miedo, ansiedad, estrés, etc.
A fin de cuentas, estas personas tendrán que ayudar a su familiar a aceptar su nueva condición. Por ejemplo, una persona que ha perdido la audición tendrá que estudiar lenguaje de signos, pero sus familiares más cercanos también tendrán que hacerlo si quieren poder comunicarse. Esto puede generar estrés en los familiares y amigos más cercanos. En muchas ocasiones los familiares no sabrán cómo comportarse y esto también puede tener un gran impacto emocional.
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