Los errores más comunes cuando la pareja se rompe
Como de la equivocación se aprende más que del éxito, vamos a repasar los errores más comunes a la hora de superar una ruptura:
Vigilar los pasos de la ex o del ex en las redes sociales está en el top ten. Facebook, Instagram, etc., permiten mantener una cierta fantasía de continuidad, proximidad, pertenencia… y esto explica que algunas personas se aferren a ellas para interrumpir el contacto con el dolor. Aunque no suele ser así realmente, sino que, por el contrario, con mucha frecuencia, este comportamiento nos sumerge aún más en él.
En primer lugar, retrasamos el momento de afrontar la realidad tal cual es y, por tanto, de procesarla a todos los niveles. Por otro lado, quedamos expuestos a conocer datos de la vida de la otra persona que duelan más que su ausencia, que nos enfaden, que nos empujen a actuar de manera impulsiva bloqueándolo o contestando o publicando cualquier entrada de la que más tarde o más pronto nos arrepentiremos porque nos hará sentir culpables o ridículos…
No es lo mismo permitirse las emociones que ahogarse en ellas
Debemos dar la importancia correcta a la necesidad de permitirse el contacto con la tristeza, así como cuál es la diferencia entre “estar con” y “ahogarse en” la pena, el enojo, la incertidumbre, el vacío o lo que quiera que sea que experimentemos tras decir adiós a un gran amor. “Estar con” significa acoger, dar cabida a los sentimientos y a los pensamientos sin juzgarlos. La mente necesita apegarse a ellos durante un tiempo para procesar la pérdida, por eso no tiene sentido intentar expulsarlos, reprimirlos, controlarlos o juzgarnos a nosotros mismos como débiles o estúpidos si nos sentimos mal o cuando parece que no podemos dejar de pensar en la otra persona. “Ahogarse en” significa sumergirse, anclarse, alimentar.
Para facilitar ese necesario y productivo “estar con” podemos servirnos de las claves de la atención plena (relee las entradas sobre mindfulness que encontrarás en este mismo blog) y también la escritura. Hablaremos de la escritura terapéutica en otra ocasión, pero avancemos que escribir permite crear una distancia óptima a la que observar lo que nos sucede y facilita el procesamiento de informaciones relevantes para nuestro bienestar emocional. El recogimiento y la presencia, así como la elaboración de un diario pueden resultar muy útiles a la hora de rehacernos, de reescribirnos. Todo lo contrario a darle un empujón a los sentimientos y tratar de expulsarlos en un no parar de actividades, contactos y salidas. Date permiso para estar triste, dale valor a lo que significó tu amor.
Confiar en los propios recursos y darles la oportunidad de expresarse
Otro de los errores en los que caemos con mayor facilidad tras una ruptura consiste en hablar en exceso sobre la relación, sobre los propios sentimientos, sobre la otra persona… Buscamos alivio cuando lo hacemos, y de hecho lo encontramos, por eso repetimos y repetimos este comportamiento que, sin embargo, a medio plazo no nos hace sentir mejor. Paradójicamente, el mensaje que nos lanzamos a nosotros mismos con esta compulsión en exteriorizar, es que no tenemos otro modo de sentir alivio, que carecemos de la habilidad o la capacidad o la herramienta para calmarnos nosotros mismos y que necesitamos siempre de otros, de su presencia, de su preocupación, de su escucha, de sus consejos…
Nuevamente, lo que aprendemos de este error tan común es una diferencia. La diferencia entre compartir y regodearse, entre liberarse y quedarse enganchado. Compartir es liberador; el regodeo engancha en la medida en la que es de por sí repetitivo, y por tanto rígido, ancla, impide la creatividad. Otra vez el diario es mejor lugar para depositar la angustia de forma reiterativa, lo que no impide compartir lo que sentimos con personas que nos quieren y nos calman con su buena escucha, pero intenta no convertirte en un disco rayado por ti y por los que te aprecian.
La culpa es un cocodrilo
La última equivocación y la más nociva es buscar culpables. Tanto en el otro como en ti. Buscar culpables no solo es que sirva para poco, es que impide aprender.
Las lecciones esta vez son: culparme me entristece más; culpar al otro me impide darme cuenta de lo que necesito cambiar en el futuro de cara a establecer una nueva relación.
No se me olvidan la mora verde ni el clavo que saca otro clavo. Hablaremos en otro momento de las relaciones en cadena, de la dependencia emocional, del miedo a la soledad, de tantas y tantas cosas que nos quedan aún por pensar. Sirva este artículo como primer bocado.
Les deseo mucho amor, sobre todo propio.